Soy enfermera en el Hospital Sotero del Río de Puente Alto. Mi viaje hacia esta profesión no fue fácil, ya que cuando decidí estudiar enfermería, tenía un bebé de apenas tres semanas. En ese momento, enfrenté la dualidad entre la responsabilidad de ser madre y el desafío de cursar una carrera tan demandante. Sin embargo, al matricularme, la jefa de carrera me brindó un apoyo fundamental al decirme que no estaba sola, que muchas de las personas en la carrera eran madres y que encontraría respaldo.
En cierto momento, cuando me sentí abrumada, consideré abandonar mis estudios. Sin embargo, el aliento de algunos profesores y compañeros me recordó que sí era capaz. Fue entonces cuando descubrí los trabajos voluntarios, una suerte de vida extra que decidí incorporar a mi rutina estudiantil y maternal. Esta experiencia no solo influyó positivamente en mi carrera, sino que también en mi desarrollo personal.
El compromiso con los trabajos voluntarios me llevó a conocer a personas increíbles, muchos de ellos también estudiantes de Santo Tomás. En esos momentos de incertidumbre, mis compañeros confiaban en mí, incluso aunque fuera solo mi primer año. Su respaldo me motivó a superar los obstáculos que parecían insuperables en un comienzo. En un trabajo voluntario de invierno, recibí apoyo desde Temuco hasta Punta Arenas, una red de solidaridad que me demostró que, aunque no me conocieran personalmente, confiaban en mis habilidades.
Me gradué en enero de 2020, justo cuando la pandemia estaba a punto de estallar. Aunque inicialmente planeé tomarme un tiempo para mí, la urgencia de la situación me llevó a ofrecer mis servicios en el Hospital Sotero del Río. A pesar de la caótica realidad que enfrenté al principio, me di cuenta de que la universidad me había proporcionado las herramientas necesarias para manejar situaciones críticas.
Mi hijo, a quien inicialmente dejé al cuidado de mi hermana, ahora está conmigo en Santiago, al igual que mi otro bebé. Esta decisión de mudarme y continuar trabajando en medio de la pandemia no solo fue por mi realización profesional, sino también por el futuro de mis hijos. En Santo Tomás aprendí que “querer es poder”, y esta mentalidad me impulsó a seguir adelante, incluso cuando las circunstancias parecían desafiantes.
A lo largo de mi tiempo en la universidad, Paula, la jefa de Dirección de Asuntos Estudiantiles, se convirtió en un pilar fundamental. Su apoyo no solo se limitó al ámbito académico, sino que también me guió en la búsqueda de becas y opciones financieras para superar obstáculos económicos. Gracias a esta red de apoyo, pude completar mis estudios y alcanzar mis metas profesionales. La Universidad Santo Tomás no solo me brindó una educación de calidad, sino que también me dio las herramientas y el respaldo necesario para convertirme en la enfermera que soy hoy.