Desde mi llegada a Chile hace casi 19 años en 2004, he tenido el privilegio de formar parte de la Universidad de Santo Tomás. Mi viaje desde Barcelona, donde obtuve mi doctorado en filosofía, estuvo marcado por la recomendación, o más bien la necesidad, de la universidad de contar con alguien especializado en filosofía tomista. Este viaje me llevó a un compromiso duradero con la educación y los jóvenes.
En la filosofía, aprendemos a distinguir entre comunidad y sociedad. En Santo Tomás, experimento la autenticidad de una comunidad donde los vínculos y la responsabilidad son fundamentales. Desde el inicio, la institución se propuso formar personas para personas, inspirándose en la filosofía de Santo Tomás de Aquino, un pensador que aborda la esencia de ser persona y cómo podemos mejorar como individuos.
Santo Tomás de Aquino destaca la dignidad impresionante de la persona, con innumerables potencialidades y la capacidad constante de crecimiento. La educación integral, que considera todas las dimensiones de la persona, se convierte en la herramienta para apoyar ese crecimiento. En mi rol como educadora, contribuyo a formar individuos bien capacitados intelectualmente, pero también me enfoco en su desarrollo completo.
La institución imprime un sello distintivo basado en la valoración de cada persona. Los valores no solo embellecen la personalidad, sino que también contribuyen a la formación de hábitos positivos. Por ejemplo, el amor a la verdad se traduce concretamente en la virtud de la veracidad, promoviendo la transparencia y la honestidad en todos los aspectos de la vida académica y personal.
En el proceso educativo, fomento la dimensión afectiva al aprenderme los nombres de mis estudiantes y demostrarles que son importantes. La relación entre educador y estudiante va más allá de la mera transmisión de conocimientos; implica una conexión que respeta y valora la individualidad de cada persona.
La institución reconoce y celebra a estudiantes que encarnan estos valores a través de premios y becas. Estos estudiantes ejemplares no solo son sobresalientes académicamente, sino que también demuestran compromiso, solidaridad, respeto e inclusión. Son individuos esforzados que aspiran a ser la mejor versión de sí mismos y que, a través de sus acciones, inspiran a otros a seguir el mismo camino.
A medida que la institución evoluciona, también lo hacen sus valores. La incorporación del respeto e inclusión y del pensamiento crítico refleja la respuesta a las demandas actuales de la educación superior. Estos valores, aunque nuevos en la formulación explícita, siempre estuvieron arraigados en la esencia de la institución, basada en la dignidad de la persona.
Mi experiencia en Santo Tomás ha sido un viaje de compromiso, enseñanza y aprendizaje continuo. Mi labor como educadora se centra en formar personas completas, inspirándolas a ser la mejor versión de sí mismas y contribuyendo así al crecimiento de la comunidad educativa y de la sociedad en general. Cada día es una oportunidad para impactar positivamente en la vida de mis estudiantes y para ser testigo de su desarrollo integral.