En 1990, durante un congreso internacional de filosofía en la casa central de la Universidad Católica, mi vida dio un giro inesperado. Don Mauricio Echeverría, con quien ya había trabajado, me solicitó una ponencia sobre Santo Tomás. Este evento marcó el inicio de mi participación activa en la Universidad Santo Tomás, donde fui llamado a unirme a la pastoral.
Comencé en la pequeña sede de Agustinas y, a medida que el número de estudiantes creció, nos trasladamos a Biarritz y posteriormente a la sede de Alcántara, abarcando agronomía y veterinaria. Las ramas humanísticas se mantuvieron en Manuel Rodríguez, y con la apertura de la sede de Ejército, también me trasladé allí. Para mí, la misión pastoral es clara: ayudar a cada estudiante a alcanzar la meta para la cual ingresó a la universidad.
El enfoque pastoral se centra en estudiantes que, a menudo provenientes del Chile profundo, enfrentan desafíos económicos y académicos. Mi labor como sacerdote es brindarles apoyo, motivación y aliento para superar obstáculos y completar sus carreras. No me importa su origen, situación económica o religión; solo me importa cómo puedo ayudarles.
Mis noches se han convertido en comunicación con egresados dispersos por el mundo, desde México hasta Canadá. Ser el único sacerdote que muchos han conocido genera un vínculo especial, y continúan buscando orientación en momentos difíciles. Mi labor va más allá de la vida universitaria; se extiende a problemas laborales, familiares y personales que enfrentan después de graduarse.
La singularidad de la Universidad Santo Tomás radica en la amistad, ayuda mutua, afecto y paz que se encuentran en sus centros superiores de estudiantes. No pregunto sobre el origen, el trabajo de los padres o la religión; solo ofrezco ayuda. Este ambiente es fundamental para la universidad y, según mi experiencia de más de 30 años, ha creado un espacio donde nunca he recibido una palabra mala.
Don Gerardo Rocha, fundador de la institución, destacaba la importancia de la magnanimidad y la mentalidad global. Su visión era que los estudiantes de Santo Tomás no solo se limitaran a Chile, sino que tuvieran intercambios en cada continente. Así nació Icusta, facilitando conexiones con otras sedes universitarias alrededor del mundo.
La esencia de Santo Tomás, según mi perspectiva, radica en su enfoque rigurosamente científico y en la magnanimidad que busca la verdad. La importancia que da a cada estudiante refleja la creencia de que la persona humana es lo más importante de la creación visible.
Santo Tomás, como investigador científico, aborda la educación con la convicción de que el joven tiene en sí los elementos para el estudio: el ansia de placer en la búsqueda y la investigación, y el amor al estudio. Su método resalta la importancia de la voluntad sobre la inteligencia en el rendimiento académico.
En resumen, mi trayectoria en la Universidad Santo Tomás ha sido más que un trabajo; ha sido un compromiso con la ayuda y el apoyo a los estudiantes en su búsqueda del conocimiento y su desarrollo personal. La esencia de Santo Tomás permea en cada acción y se refleja en el afecto, la amistad y la paz que caracterizan a nuestra comunidad educativa.