Llegué a la universidad en el año 2000, un punto de inflexión en mi vida profesional. Mi trayectoria en la Universidad Católica, donde estudié biología, fue extensa: licenciatura, proyectos de investigación y un doctorado en ciencias biológicas con mención en ecología. Después de tantos años en la misma institución, sentí la necesidad de explorar nuevas opciones y desafíos.
Mi cambio de rumbo fue impulsado por un anuncio en el diario. Encontré un pequeño aviso que decía: “Universidad Santo Tomás busca director para departamento de ciencias básicas”. Intrigado, envié mi currículum sin conocer realmente la institución. Para mí, la Universidad Católica y la Universidad de Chile eran referentes, mientras que Santo Tomás era desconocida.
Aunque inicialmente no sabía a qué me enfrentaba, acepté la oportunidad. Fui entrevistado por Jaime Vatter, el vicerrector académico, y Cristian Letelier, el secretario general. Tras varias entrevistas, me ofrecieron la posición de director del departamento de ciencias básicas.
Este nuevo capítulo fue una novedad. Ingresé a una universidad desconocida, asumiendo un rol de gestión para el cual no me había preparado específicamente. No estaba allí porque este fuera mi proyecto de vida, sino porque anhelaba algo diferente y desafiante. La gestión académica se convirtió en mi nuevo campo, y descubrí habilidades y pasión en este rol.
Con el tiempo, me di cuenta de la importancia de desarrollar un área de investigación en el departamento de ciencias básicas. Convencí a las autoridades de la necesidad de integrar la investigación a la formación académica. Con el apoyo de colegas, como Carmen Espoz, logramos consolidar un núcleo de investigación en el ámbito del medio ambiente, ecología y biodiversidad.
En 2004, con la expansión de la universidad a nivel nacional, asumí la dirección académica de la sede Santiago. Carmen Espoz continuó desarrollando el departamento de ciencias básicas, que posteriormente se transformó en la actual Facultad de Ciencias.
Mi compromiso con Santo Tomás ha evolucionado a lo largo de los años. Pasé de ser director de departamento a liderar la sede Santiago, contribuyendo al desarrollo de la institución. Este proyecto se convirtió en el segundo más importante de mi vida, después de mi familia.
La universidad no solo forma profesionales, sino que transforma vidas. Ver a estudiantes ingresar con sueños y luego presenciar su graduación y éxito profesional es impactante. La flexibilidad y el apoyo institucional permiten a Santo Tomás adaptarse y avanzar.
Como vicerrector académico, enfrentamos desafíos constantes. El trabajo desde la primera inducción hasta la graduación es esencial para acompañar a los estudiantes y reforzar las brechas existentes. La formación integral es fundamental; no solo buscamos buenos profesionales, sino personas éticas, responsables y comprometidas con la sociedad.
La innovación educativa es crucial en un mundo en constante cambio. La inteligencia artificial y otros avances exigen que repensemos el proceso formativo. La Universidad Santo Tomás tiene el desafío de liderar este cambio, adoptando metodologías innovadoras y adaptándose a las necesidades cambiantes de la sociedad.
Además, debemos seguir profundizando en la investigación y posgrado, aumentando programas de doctorado y consolidando un cuerpo académico sólido. La vinculación con el medio debe expandirse, aprovechando la presencia nacional para impactar directamente en los territorios.
Mi visión para la Universidad Santo Tomás es seguir siendo una institución comprometida con la transformación de sus estudiantes y la sociedad. Este proyecto, que ha sido mi vida durante 23 años, tiene un futuro prometedor y desafiante.