Durante casi 17 años, tuve el privilegio de formar parte de la familia de Santo Tomás. Mi travesía en esta institución comenzó en 2001, cuando el Rector Aníbal Vial asumió su cargo, y yo me sumé al equipo en la Vicerrectoría Académica, bajo la dirección de Jaime Vatter, quien posteriormente se convertiría en Rector. Desde ese momento, mi trayectoria se expandió, llevándome a diferentes áreas de la institución, hasta ocupar el puesto de Jefa de Gabinete de Rectoría Nacional en mis últimos años.
Cuando ingresé a Santo Tomás en 2001, se estaba iniciando un período de expansión, especialmente en lo que respecta a la universidad. Fue un desafío emocionante y significativo participar en la implementación y consolidación de la presencia de Santo Tomás en diferentes regiones del país. Esta etapa marcó un hito en la historia de la institución, ya que no solo estábamos llevando el prestigio de Santo Tomás a nuevas localidades, sino que también estábamos cumpliendo las expectativas de muchas familias que veían en la universidad un futuro promisorio para sus hijos y para toda la familia.
Mi labor también estuvo vinculada a proyectos esenciales para el bienestar de nuestros estudiantes. El Centro de Aprendizaje, por ejemplo, desempeñó un papel fundamental en ofrecer apoyo personalizado a los alumnos. Este espacio, donde los estudiantes recibían clases particulares, se centraba en cubrir tanto las necesidades específicas de las materias académicas como en abordar deficiencias provenientes del sistema escolar. Fue un esfuerzo voluntario y colaborativo que buscaba guiar a los estudiantes hacia la excelencia académica.
Recuerdo con especial afecto la historia de un estudiante de derecho con discapacidad cognitiva y física. En el Centro de Aprendizaje, se desplegó un esfuerzo extraordinario para adaptar el material y apoyarlo en su proceso de aprendizaje. Este ejemplo concreto refleja el compromiso de Santo Tomás con la inclusión y el apoyo a cada estudiante, independientemente de sus desafíos individuales.
Cuando se emprenden proyectos de esta envergadura, a veces es difícil anticipar su impacto real. Sin embargo, desde mi perspectiva, estaba claro que estábamos materializando la esencia y la misión de Santo Tomás. La idea de llegar a todos los rincones, de no dejar a nadie atrás, se traducía en oportunidades homogéneas para todos. Desde las Olimpiadas Santo Tomás hasta la implementación de iniciativas de inclusión, cada paso que dábamos respondía al compromiso de estar presente en cada sede y región.
En un momento crucial de mi carrera, durante un proceso de acreditación institucional en 2004, presentamos iniciativas como las pruebas diagnósticas, las nivelaciones y el Centro de Aprendizaje, incluso cuando no eran requisitos obligatorios para la acreditación. La respuesta positiva de un par evaluador de la Universidad Católica, que llamó para felicitar y comprender nuestra motivación, fue un reconocimiento significativo. Este episodio resaltó la importancia de trabajar en equipo y la fuerza de la identidad que compartíamos en Santo Tomás.
Mirando hacia atrás, desde aquellos primeros días en 2001 hasta mi desempeño como Jefa de Gabinete de Rectoría Nacional, siento un profundo orgullo por haber sido parte de esta institución. Cada desafío, cada iniciativa y cada logro reflejan el espíritu colaborativo y la misión compartida que caracterizan a Santo Tomás. La labor realizada en el Centro de Aprendizaje y otros proyectos resalta el impacto positivo que podemos tener cuando trabajamos juntos hacia un objetivo común. Guardo gratos recuerdos y aprendizajes valiosos de mi tiempo en Santo Tomás, y siempre llevaré conmigo el espíritu de esta institución que, a través de los años, ha marcado la vida de tantos estudiantes y profesionales.