Hace dos décadas, mi viaje en la Universidad Santo Tomás comenzó cuando presenté el proyecto para la creación de la escuela de tecnólogos médicos. En aquel entonces, laboraba en el Centro de Investigaciones Médicas de la Católica, y mi propuesta fue recibida con entusiasmo por el señor Oscar Mimica, quien era el Vicerrector Académico en ese momento. Fue así como acepté el reto de dirigir esta nueva carrera después de varios años de experiencia en el ámbito asistencial.
Los inicios fueron prometedores. Siguiendo los estándares institucionales, iniciamos con un modesto número de 50 estudiantes, y el éxito fue innegable al llenarse rápidamente la admisión. Con el tiempo, conforme aumentaba el número de estudiantes, también crecía la planta académica. Así, se fueron incorporando nuevas menciones, comenzando con laboratorio clínico, hematología y banco de sangre en 2004. Posteriormente, en 2006, abrimos otra mención en oftalmología y optometría, y en 2012, imagenología y física médica. Actualmente, estas dos últimas menciones solo están disponibles en Santiago, mientras que en las demás sedes persiste solo laboratorio clínico. Hoy en día, somos ocho sedes con alrededor de 1,800 estudiantes vigentes, involucrados en docencia de pregrado, investigación, vinculación con el medio y un programa de magíster acreditado por tres años por la CNA.
Cuando comenzamos, aún no éramos una Facultad de Salud. Este estatus llegó más tarde, cuando ya contábamos con siete carreras, incluyendo Ciencias del Deporte y fonoaudiología. Inicialmente, no teníamos una organización consolidada, pero con el tiempo, nos convertimos en una facultad con proyectos y planes de desarrollo alineados con los objetivos estratégicos de la institución.
Un hito crucial fue la acreditación de la carrera en 2008, donde nos convertimos en la primera universidad privada en lograrlo. A partir de ese momento, hemos avanzado, obteniendo acreditaciones de mayor duración y actualmente trabajamos en la certificación de la carrera. A nivel de facultad, la consolidación de los planes de desarrollo, centrados en la atención primaria en salud y el trabajo comunitario, ha sido un logro significativo.
Otro paso importante fue la acreditación avanzada de la institución, que nos permitió adherirnos a la gratuidad, facilitando el acceso a la educación superior a estudiantes que de otra manera no podrían estudiar. Proyectamos nuestro futuro trabajando en la movilidad social y asumiendo la responsabilidad de comprometernos con cada estudiante, asegurando que egresen como profesionales capacitados.
Las comunidades académicas, encargadas de las asignaturas en las ocho sedes, son un pilar fundamental. Realizamos reuniones regulares, y la uniformidad en la planificación didáctica y las actividades asegura que la experiencia académica sea consistente en todas las sedes. El perfil docente por asignatura se selecciona cuidadosamente, priorizando la experiencia asistencial para enriquecer la formación de nuestros estudiantes. Además, mantenemos una política de puertas abiertas, fomentando la comunicación abierta y directa entre estudiantes y la dirección, lo que contribuye a una mayor fidelización y satisfacción estudiantil.