Mi experiencia en la Universidad Santo Tomás ha sido un recorrido de transformación y crecimiento desde los primeros años de su fundación en 1993. Cuando ingresé, ya se habían establecido algunas carreras pioneras como Medicina Veterinaria, Ingeniería Comercial, Diseño y Psicología, pero el área de la salud se desarrolló más tarde, junto con Trabajo Social.
Recuerdo claramente los primeros días en Biarritz, donde la universidad arrendaba una casa peculiar antes de trasladarse a Alcántara. La atmósfera en esos días tempranos era única, con casas antiguas y escaleras de madera crujientes, marcando el inicio de una institución que se convertiría en una parte esencial de mi vida.
La universidad ha experimentado un notable crecimiento y desarrollo a lo largo de los años. La participación en proyectos externos de investigación e innovación ha sido un hito crucial. Desde entonces, hemos alcanzado una presencia nacional con sedes desde Arica hasta Puerto Montt, y con un enfoque importante en la movilidad social y la oferta de oportunidades a estudiantes en regiones remotas.
La política de puertas abiertas ha sido una característica distintiva de Santo Tomás. Desde el acceso directo a los líderes académicos hasta el diálogo abierto con los alumnos, se ha cultivado un ambiente enriquecedor. Esta política ha sido fundamental para brindar apoyo a estudiantes con diversas carencias y necesidades, permitiéndoles mejorar su desempeño académico y profesional.
Uno de los logros más destacados de la universidad ha sido su contribución al desarrollo de estudiantes que, de lo contrario, no habrían tenido la oportunidad de convertirse en profesionales. Muchos de los primeros estudiantes provenían de familias donde ser profesional era una meta inexplorada. La universidad se convirtió en un faro de cambio, permitiendo que estos estudiantes, a pesar de las adversidades, alcanzaran el éxito académico y profesional.
Entre estas historias de éxito, destaco la anécdota de un estudiante que amenacé con expulsar debido a su bajo rendimiento. Tres años después, regresó a mostrarme su título de médico veterinario, demostrando que un cambio de actitud y esfuerzo pueden transformar vidas.
El Centro de Aprendizaje, inicialmente concebido como una iniciativa de ayuda a estudiantes, ha evolucionado hacia una unidad especializada en técnicas pedagógicas. Este enfoque innovador ha brindado oportunidades de enseñanza más efectivas y ha fortalecido la calidad de la educación en la universidad.
En resumen, mi experiencia en la Universidad Santo Tomás ha sido testigo de su evolución a lo largo de los años, destacando su compromiso con la formación integral de estudiantes y su papel fundamental en la transformación de vidas a través de la educación.