Mi experiencia en la Universidad Santo Tomás abarca un período de 32 años en los cuales desempeñé diversos roles. Provenía de una carrera académica de 20 años en la Universidad de Chile, donde ocupé el cargo de Director de Escuelas de Medicina Veterinaria. Mi llegada a Santo Tomás fue inesperada y sorprendente. Don Gerardo Rocha me contactó y, después de una extensa conversación, me invitó a ser parte del desafío de poner en marcha la universidad, específicamente en el ámbito de Recursos Naturales y Medicina Veterinaria.
El inicio fue un periodo complicado lleno de desafíos. No contábamos con un lugar físico bien definido, pero fue una experiencia interesante y gratificante. La primera etapa se centró en la puesta en marcha, consolidándose con la apertura de la carrera de Medicina Veterinaria, siendo la primera universidad privada en ofrecerla. Destaco la contribución de Gerardo Rocha y Fernando Monckeberg en este periodo.
La segunda etapa se caracterizó por la expansión de la universidad a nivel nacional, estableciéndose en 14 sedes. Tuve la responsabilidad de la carrera de Medicina Veterinaria en seis de ellas. La tercera etapa, a partir del año 2010, marcó un proceso de consolidación académica liderado por Marcos Büchi y Jaime Vatter, destacándose la creación de centros de investigación.
En mi rol como decano de la Facultad de Recursos Naturales y Medicina Veterinaria, contribuí a la acreditación de la primera carrera de Medicina Veterinaria en una universidad privada y lideré proyectos de investigación relevantes, como el control de la lactancia cabrina. También impulsé la creación de un exitoso magíster y fortalecí la carrera de Agronomía.
Mi sello distintivo estuvo marcado por una estrecha relación con los estudiantes, priorizando su formación profesional y la apertura a diferentes pensamientos. Me motivó la filosofía tomista y la conexión con la figura del padre José García Patiño, que facilitaba un ambiente no doctrinario, enfocado en el cuidado y respeto al estudiante.
Uno de los momentos más destacados fue la gestión y arriendo del edificio de Ejército, que inicialmente significó una construcción y adaptación del espacio. Esto fortaleció el sentido de pertenencia de los estudiantes y marcó el inicio de una consolidación seria de la institución.
Mi experiencia en Santo Tomás fue enriquecedora y satisfactoria, y aunque ya no formo parte activa, continúo valorando el impacto positivo que tuve en la formación de profesionales y la consolidación académica de la institución.